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Desde siempre he tenido una mente muy inquieta; me refiero a inquieta porque siempre ha tenido inquietudes derivadas de mis pensamientos, de la imaginación que era alimentada por cada estímulo; por cada idea nueva había algo por lo que fantasear, pero también cuestionar...
Seguramente fuese esa la imaginación que me obligó a sosegar a través de mi creatividad. Era un niño cuando empecé a materializarla con esbozos y garabatos, moldearla con mis manos o contarla en voz alta. Hace mucho que dejé de ser un niño, tal vez antes de tiempo, pero conservo en mi interior lo segundo más preciado que pueden tener los infantes: la imaginación. La inocencia la perdí con mi niñez...
Quiero con este rincón avivar la parte que, en cierta medida, me ha apartado de dogmas y fundamentos, y me acerca cada día más a mi propia persona.
Seguramente fuese esa la imaginación que me obligó a sosegar a través de mi creatividad. Era un niño cuando empecé a materializarla con esbozos y garabatos, moldearla con mis manos o contarla en voz alta. Hace mucho que dejé de ser un niño, tal vez antes de tiempo, pero conservo en mi interior lo segundo más preciado que pueden tener los infantes: la imaginación. La inocencia la perdí con mi niñez...
Quiero con este rincón avivar la parte que, en cierta medida, me ha apartado de dogmas y fundamentos, y me acerca cada día más a mi propia persona.
Autor: Diego Artigas de Diego
